Detrás del microscopio: el laboratorio de patología y su impacto en tu salud.

Cuando escuchamos la palabra “laboratorio”, solemos pensar en análisis clínicos o muestras de sangre. Sin embargo, existe un tipo de laboratorio menos visible, pero fundamental en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades: el laboratorio de patología.

Aquí trabajamos los patólogos, médicos especialistas en estudiar tejidos, células y órganos. A través del microscopio, y con el apoyo de técnicas avanzadas como la inmunohistoquímica o la biología molecular, podemos identificar enfermedades con precisión, guiar tratamientos y ayudar a salvar vidas.

Uno de los pilares de nuestro trabajo es el diagnóstico de cáncer. Por ejemplo, en biopsias de mama, no solo determinamos si un tumor es benigno o maligno, sino que aplicamos estudios especiales que nos permiten predecir qué medicamentos podrían funcionar mejor. Esto se logra con el uso de anticuerpos específicos que detectan proteínas como los receptores hormonales o HER2, claves en la medicina personalizada.

Participamos activamente en el estudio de linfomas y leucemias, donde utilizamos paneles de inmunomarcadores para definir el subtipo específico del tumor. En biopsias gástricas, analizamos si existe inflamación crónica, presencia de Helicobacter pylori, o lesiones precancerosas como displasias. Y el abanico es mucho más amplio: estudiamos biopsias de piel, de colon, apéndices, vesículas, ganglios, hígado, tiroides, hueso, riñón, entre otros. Prácticamente todo tejido que se extrae del cuerpo debe pasar por el análisis de un laboratorio de patología.

Para lograr diagnósticos confiables, se requiere más que un microscopio. Un buen laboratorio debe contar con patólogos certificados, quienes son los responsables de emitir el diagnóstico final, realizar la descripción macroscópica de las piezas quirúrgicas, y participar en estudios transoperatorios, donde se debe tomar una decisión diagnóstica en tiempo real, durante la cirugía.

Es fundamental que el laboratorio cuente con una amplia gama de anticuerpos para la inmunohistoquímica, cada uno dirigido a un tipo específico de célula. Esta técnica, que marca proteínas dentro del tejido, permite distinguir entre distintos tipos de tumores o identificar el origen de una metástasis. Pero no basta con tener anticuerpos: se necesita el criterio de un patólogo con alta especialidad en inmunohistoquímica, que sepa exactamente cuándo y por qué utilizar cada marcador para apoyar el diagnóstico de manera efectiva.

Detrás de cada diagnóstico hay todo un equipo de trabajo. Desde recepcionistas entrenadas en el trato al paciente y la correcta identificación de muestras, hasta histotecnólogos que procesan y tiñen el tejido con precisión, químicos especializados en inmunohistoquímica, transcriptores médicos, personal administrativo, y médicos que apoyan en procedimientos y documentación clínica. Cada pieza del engranaje es fundamental.

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