Cada año se realizan un gran número de endoscopías digestivas en América Latina, y un alto porcentaje incluye biopsias gástricas. Aunque el procedimiento lo lleva a cabo el gastroenterólogo, la interpretación diagnóstica recae en el patólogo, quien analiza pequeños fragmentos que pueden contener información crítica sobre el presente y futuro de un paciente.
Uno de los principales hallazgos buscados es la presencia de Helicobacter pylori, bacteria identificada en más del 50 % de la población mundial y con una prevalencia en México de hasta un 70 % en adultos, según datos de la ENSANUT y estudios de la UNAM.
La detección de H. pylori en biopsias gástricas no es trivial:
- Su presencia está asociada a gastritis crónica activa, úlcera péptica, linfoma MALT y adenocarcinoma gástrico.
- La OMS la clasifica como carcinógeno tipo I, dado su vínculo directo con el cáncer gástrico, que representa la tercera causa de muerte por cáncer en México.
El patólogo, mediante tinciones como Giemsa o Warthin-Starry, o inmunohistoquímica —que es más específica—, es quien confirma la presencia de esta bacteria, incluso en pacientes parcialmente tratados.
Además, el estudio histológico permite detectar atrofia, metaplasia intestinal y displasia, lesiones precancerosas que requieren seguimiento y vigilancia. Estas alteraciones no son evidentes macroscópicamente, lo que resalta el papel fundamental del análisis microscópico.
Un informe histopatológico bien estructurado define si el paciente será tratado médicamente o referido a cirugía oncológica. Por ello, la calidad en la toma de biopsias, el número de muestras, su rotulación y la comunicación clínica entre gastroenterólogo y patólogo son indispensables.
En resumen:
- H. pylori afecta a más del 50 % de los mexicanos.
- Su detección en biopsia gástrica puede prevenir cáncer.
- El patólogo no solo diagnostica, sino que clasifica lesiones precancerosas.
- La biopsia gástrica es más que un protocolo: es una herramienta de medicina preventiva.

